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  EL SIGLO DE LAS REVOLUCIONES     Antes de leer     A leer     Después de leer               Literatura  

 

Ámbito 2. Un poco de literatura.

El siglo de las revoluciones

A leer.

Las revoluciones y reivindicaciones que atravesaron la mayor parte del siglo XX en América Latina ejemplifican perfectamente la imposibilidad de desligar la literatura, la historia y la política. Este vínculo se inició en el siglo XIX en la persona de José Martí, escritor y político para perpetuarse durante las décadas siguientes, con el ciclo novelesco de la Revolución en México y los escritores o pensadores cubanos.

La primera figura en unir literatura y Revolución fue José Martí (1853-1895). Con él y sus reivindicaciones fundadoras empezaremos, pues, nuestro recorrido por las literaturas mexicana y cubana. José Martí nació en Cuba en 1853 y es una figura clave tanto en política como en literatura, ya que anuncia el triunfo próximo del modernismo literario. Cultivó la variedad tanto en los géneros literarios – fue a la vez periodista, ensayista, poeta, novelista, dramaturgo, crítico literario y autor de una importante miscelánea – como en los países en los que estuvo – España, México, Guatemala, o EE.UU. En efecto, su actitud combativa de miembro activo del Partido Comunista, en lucha por la independencia cubana y contra las hegemonías española y norteamericana, Martí es esta “voz de América” que pugna por la justicia, la pluralidad cultural y la afirmación nacional de su pueblo en particular y de América, en general. Estas reivindicaciones se encuentran concentradas en un texto fundador de la ideología revolucionaria Nuestra América (1909-1912, La Habana) donde proclama que el principio de fraternidad, de conciliación entre los pueblos hispanoamericanos debe triunfar para derrocar a las potencias extranjeras. Y esto vale tanto para la política, al defender las políticas y las universidades nacionales, como para la literatura y la cultura. Basta con la importación de bienes, de tradiciones y de culturas. América ha de inventar, de acordarse de sus raíces precolombinas, para mejorar el presente y crear su futuro. Sus discursos son claros, líricos, convincentes, y seducen al pueblo, animado por el deseo de erigir una nueva América. Más que palabras, se trata de verdaderas propuestas políticas y de estrategias militares. (Véase la guerra de Cuba a finales del siglo XIX) No hace falta decir que esta ideología fue el fundamento de numerosos movimientos revolucionarios y, fue mitificada por Fidel Castro a la hora de entrar en Santiago de Cuba medio siglo más tarde. Hoy en día todavía, quizás sin saberlo, cantamos unos versos de Los versos sencillos de Martí: “Guantanamera, Guajira Guantanamera...”

De esta misma veta revolucionaria se forma, en México, en 1909, el grupo “Ateneo de la Juventud”, compuesto por intelectuales mexicanos, que se proponían contribuir al renacimiento intelectual de su país. El famoso ensayista Alfonso Reyes (1889-1959), la figura central en el desarrollo de la cultura y de la educación José Vasconcelos (1882-1959), el novelista Mariano Azuela (1873-1952) y otros pensadores constituyeron este grupo y dieron un fuerte impulso a la vida literaria e intelectual de la época, luchando contra el estancamiento en que se encontraba el país bajo Porfirio Díaz. En 1915 se disolvió el grupo pero sus miembros siguieron la misión inicial de revivificación nacional y cultural de México.

Así, con uno de sus miembros, Mariano Azuela, se inició uno de los ciclos literarios más importantes de la historia de la literatura hispanoamericana: el ciclo novelístico de la Revolución Mexicana. Este ciclo se divide comúnmente en tres fases: del estallido de la Revolución a la Constitución (1917), la Guerra de los Cristores y, finalmente, un período de renovación con escritores más contemporáneos. Hemos de hacer hincapié en la obra de Mariano Azuela, médico, revolucionario y prolífico escritor, quien fundó este ciclo con su novela titulada Los de abajo, publicada en los EE.UU. en 1915.

La novela nace de una experiencia revolucionaria personal del autor, quien apoyó a Madero,y a los villistas, que poco a poco se dispersaron mientras que él se iba centrando más bien en otra manera de vivir los hechos: la literatura; sin dejar de lado la realidad política, ya que escribió su novela en el mismo sitio o in medias res. Se trata de un agudo reportaje de la Revolución, de una visión crítica de ella, del desencanto ante la violencia mediante la historia de las hazañas y fallas del personaje principal, Demetrio Macías, impulsivo, animado por afanes de justicia, y acompañado por otros personajes, tales como Cervantes, estudiante de medicina y periodista revolucionario. La configuración de los personajes, nutridos por la experiencia revolucionaria de Azuela, esboza una doble dinámica: por un lado, los intelectuales – Cervantes – que inician la Revolución y, por otro, los humildes, los de la tierra – Demetrio- es decir los de abajo, los que se sacrifican por ella. Ahora bien, tres partes componen el relato: primero, el de los éxitos militares de Demetrio, de sus compañeros y por ello, la concepción positiva de la Revolución. Segundo, se hace hincapié en los vicios de los personajes, en la decadencia y el desencadenamiento de las pasiones; de esta manera, en tercer lugar subraya el sinsentido de la violencia que conduce el país al punto de partida porque nada había cambiado. La Revolución lleva al hombre dentro un torbellino incesante, lo acapara y lo aniquila. El lenguaje elegido para traducir esta dura realidad es seco, duro, sin adorno ninguno. Verdadero retrato de un país que estaba hundiéndose en violencias y rebeldías, esta novela que se publicó primero por entregas cambió por completo el horizonte literario Mexicano.

Después de Azuela, el ciclo novelístico de la Revolución se perpetúa en la pluma del mexicano Martín Luís Guzmán, periodista, ensayista, memorialista, biógrafo y autor, entre otras, de la novela “revolucionaria” El águila y la serpiente (1928) y La sombra del caudillo (1929), que libran ambas un retrato pesimista de la Revolución. Mauricio Magdaleno (1906-1986) y Juan Rulfo Romero (1890-1952) fueron otros escritores de la Revolución, así como Gregorio López y Fuentes (1897-1966), José Mancisidor (1895-1956), o Juan Rulfo (1918-1986) con su Pedro Páramo (1955) y la presentación del nuevo campo mexicano. Todos ellos publicaron sus novelas más tarde, en los años 30, 40 y 50 y tenían, pues, una visión más distanciada y más dura todavía de la Revolución.

El autor que cierra el ciclo novelístico de la Revolución es Carlos Fuentes con dos novelas sobre todo: La región más transparente (1958), y La Muerte de Artemio Cruz (1962), obra señera de la literatura hispanoamericana. Ambas echan una mirada muy crítica hacia la Revolución y sus derivaciones materiales, mediante sus dos protagonistas, respectivamente Federico Robles y Artemio Cruz. Con éste último, Carlos Fuentes narra los últimos suspiros de un revolucionario, Artemio Cruz, que se halla agonizante en su cama del hospital. Recorre su pasado y se percibe cómo este hombre logró enriquecerse gracias al egoísmo, al oportunismo y a la sed de dinero que suplantó su sed de justicia. La técnica narrativa del monólogo interior, agregado a miradas retrospectivas e introspectivas, permite renovar el acercamiento a la historia mediante un hombre habitado por las contradicciones y las ambigüedades, y atravesado por varias voces del pasado, del presente y del futuro.De Los de abajo a Artemio Cruz se despliega el ciclo novelístico de la Revolución, sin, por ello, alabarla, casi a la inversa, mostrando con diversas técnicas, cómo las revoluciones son ante todo hombres que se dejan llevar por sus afanes, sus vicios y sus anhelos destructores.

Ahora bien, demos un salto temporal y geográfico, y veamos cómo el doble grito, literario y político, produce ecos en los escritores cubanos. Primero, mencionemos a Nicolás Guillén, poeta cubano “negrista”, que participó al movimiento de redescubrimiento del lenguaje poético. Éste se realizó a partir de una reconsideración de las formas artísticas tales el baile, la música, el folklore y una reafirmación frente a las tradiciones europeas. Guillén opera esta Revolución poética al fundamentar sus versos en las estructuras rítmicas del son cubano en su poemario Motivos de son (1930, La Habana), donde ya no escribe en castellano sino en lenguaje cubano, para expresar escenas populares y su realidad de mestizo. Siempre desempeñó un papel activo y comprometido en la escena intelectual de su época, luchando desde el principio por el reconocimiento multirracial – demanda inherente a la futura ideología castrista – y, luego, siendo miembro del Partido Comunista, por la caída de Batista y el triunfo del antiimperialismo. Los poemarios, de veta propagandista, Tengo (1964), El Gran Zoo (1967) y La Rueda dentada (1972) se inscriben en esta alabanza de figuras revolucionarias, con lo cual Guillén contribuye, por vía de la poesía, a la edificación del orden nuevo soñado y establecido por Castro.

Ahora bien, en el género de la prosa cubana, hemos de mencionar al famoso escritor Alejo Carpentier (1904-1980) cuya obra es muy extensa. Por eso, se tratará aquí sólo de aludir a la parte de su obra que se inscribe en nuestro recorrido “revolucionario”. Después del influjo del surrealismo francés en su primera novela, de vuelta a Cuba a finales de los años 30, escribe en 1949 una de sus más famosas novelas El reino de este mundo, que renueva la novela al desarrollar lo real maravilloso. Más tarde, compone Los pasos perdidos (1953), que se considera a menudo como una “summa” sobre América Latina, en esta obra, de hecho, se entrecruzan los tiempos y los espacios. Carpentier apoyó la Revolución Cubana, y participó de manera activa en la política cultural del gobierno. La novela El siglo de las luces (1962) pone de manifiesto, a través de los acontecimientos ocurridos en Francia a fines del siglo XVIII, los grandes cambios que el proceso revolucionario opera. Su posición política no se traduce literalmente en su novela, sino que se trata más bien de aludir al fenómeno en general, en sus diferentes avatares históricos, en su violencia y desorden más que de escribir novelas de tesis. En la obra de Carpentier, la narración suplanta a la Historia. Si en Azuela relato e Historia se unen, si el primero intenta someterse al segundo, en Carpentier nos hallamos en el otro extremo del eje histórico-narrativo.

    Di si las siguientes afirmaciones son verdaderas o falsas*

  • 1. El primero en inaugurar la novelística revolucionaria mexicana fue Mariano Azuela

    VERDADERO FALSO        

  • 2. José Martí fue contemporáneo de Azuela y de Fuentes

    VERDADERO FALSO        

  • 3. La obra del mexicano Alejo Carpentier es extensa

    VERDADERO FALSO        

  • 4. El poeta Nicolás Guillén adaptó la estructura del son cubano a la poesía

    VERDADERO FALSO        

  • 5. José Vasconcelos desempeño un papel activo en la vida intelectual mexicana

    VERDADERO FALSO        

      


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    Dernière mise à jour : 19/07/2005