Hisp@cultura
Temas de cultura hispánica |
|
|
Ámbito 2. Un poco de literatura. El Quijote de Cervantes. A leer. Don Quijote. a) En El Quijote, Cervantes narra la historia de un hidalgo manchego, un tal Alonso Quijano, que pierde la cabeza a consecuencia de una lectura demasiado « empática » de los libros de caballerías, hasta que un día concibe el proyecto de convertirse a su vez en caballero andante. A partir de ese momento, su percepción de la realidad empieza a sufrir distorsiones en relación con la norma y a chocar contra el realismo proverbial de Sancho Panza. Su desenfrenada locura hace que los molinos le parezcan gigantes, los rebaños de ovejas ejércitos enemigos... Empieza, pues, a recorrer las tierras manchegas para, según sus propias palabras, « desfacer agravios », es decir, devolver el honor a los que lo han perdido momentáneamente y « favorecer a los desvalidos y menesterosos », es decir, salir en defensa de los más necesitados. En esta perspectiva, el primer obstáculo con el que se topa son los gigantes, en realidad molinos de viento, contra los cuales emprende una lucha de la que sale, como es debido, perdedor y mal parado. Se suceden los episodios cómico-patéticos, en los que su visión de la realidad, contaminada de « fantasía literaria » deja asombrados a todos los que se encuentran con el caballero a la triste figura (otro nombre de Don Quijote) y su fiel escudero. Entre los episodios dignos de memoria figuran el del escrutinio de la biblioteca, el de la venta en la que el héroe « ve » por primera vez a Dulcinea (que no es sino una prostituta), el del yelmo de Mambrino, etc. La primera parte se cierra sobre la vuelta de Don Quijote a casa, herido y cansado después de tantas hazañas. Después de un tiempo de reposo, el « ingenioso hidalgo » empieza a aburrirse y decide reanudar su periplo, siempre acompañado de Sancho. Lo más interesante de la segunda parte es sin duda el propósito que indujo el autor a proseguir una obra que en un principio no tenía que contar dos partes. En 1614, un tal Avellaneda escribe una segunda parte apócrifa, y Cervantes, en reacción a lo escrito por el falsario, escribe su segunda parte, que aparece como verdadera frente a la versión apócrifa. En el texto, las referencias a la otra versión son explícitas. Por ejemplo, en el capítulo IV, Sancho « satisface al bachiller Sansón Carrasco de sus dudas y preguntas », ya que el tal Sansón Carrasco sabía de Don Quijote y su escudero por la otra versión de los hechos, que los protagonistas « corrigen » en este capítulo para dar una versión más fiel de los acontecimientos. Los episodios más famosos de la segunda parte son el de las bodas de Camacho, el de la cueva de Montesinos, el del gobierno por parte de Sancho de la Isla Barataria, y la última « proeza » de Don Quijote, de su final combate con el caballero de la Blanca Luna, tras el cual decide volver definitivamente a su aldea, en la que muere al poco tiempo. b) Después de esa breve introducción, adentrémonos sin más tardar en la obra. He aquí su celebérrime íncipit: En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de « Quijada » o « Quesada », que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba « Quijana ». Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad. Es, pués, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso –que eran los más del año-, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda ; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos ; y de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito : « La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de vuestra fermosura ». Y también cuando leía : « Los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza… ». Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio […] Fuente : CERVANTES (M. de), Don Quijote de la Mancha, Barcelona, Instituto Cervantes-Crítica, 1999, pp. 37-38 |
UCL |
FLTR |
ROM |
Gram@clicando |
Hisp@cultura |
Responsables académicos : Geneviève Fabry y Pablo Decock Responsables informáticos : J. Schumacher y B. Maroutaeff Conceptores de la página: Geneviève Fabry y Alexis Alvarez Barbosa Dernière mise à jour : 24/02/2004 |